5 jun 2006

EL CRIMEN PERFECTO



Para mi comunión me regalaron un horrible angelito de cerámica, arrodillado, con las manos juntas, dispuesto a rezar eternamente.
Con mucho primor mi madre lo acomodó en una estantería de mi habitación, con tal habilidad, que cuando por la noche entraba la luz de las farolas, se proyectaba en la pared la sombra negra del angelito, multiplicado por cien, para mi tormento.
Mi hermano solía jugar al balón dentro de casa, actividad muy perseguida y en principio totalmente prohibida.
Una tarde después de que mi madre le riñera por ello, aproveché para invitarle a mi cuarto, jugué con él un rato y luego le reté a encestar la pelota en la estantería.
Mi hermano cándido palomo, pim-pam, pim-pam, hasta que inevitablemente se llevó al angelito por delante.
Yo me fingí desolada, mi hermano se disculpó conmigo y yo generosa y humildemente acepté sus disculpas. Mi madre al oir el golpe acudió rápidamente, le dió dos bofetadas a mi hermano y a mí me compró una muñeca para compensar tan lamentable pérdida.
El angelito dejó de rezar.
SE LO MERECÍA.

1 Comments:

At 12:21 p. m., Blogger Puchi said...

MALA PÉCORA, YA DE NIÑA PROMETÍAS...

SALUDOS,
LA VACA LOCA
(L.V.L.)

 

Publicar un comentario

<< Home